Grupedsac proporciona conocimientos innovadores y los mezclan con los tradicionales para mejorar la calidad de vida en comunidades rurales.
“Enseñar a trabajar y ser autosustentable es un arte. A lo largo de muchos años hemos aprendido que no es tarea fácil, pero sí necesaria, ya que la pobreza y el deterioro ambiental van de la mano”, dice Margarita Barney Almeida, fundadora y presidenta ejecutiva de Grupo para Promover la Educación y el Desarrollo Sustentable AC.
Grupedsac es una asociación que atiende principalmente a campesinos, indígenas, hombres y mujeres en pobreza extrema; se dedican a la investigación aplicada a través de ecotecnologías para dar soluciones al campo, la pobreza y el deterioro ambiental.
Así, proporcionan conocimientos innovadores y los mezclan con los tradicionales para mejorar la calidad de vida en las comunidades rurales y las parcelas que las componen, aumentando el abasto local de alimentos, procurando viviendas dignas y restaurando los ecosistemas.
Barney Almeida cuenta cómo este proyecto arrancó en 1987: “Nos dimos cuenta que la contaminación ambiental nos estaba rebasando y dijimos :‘¿Qué vamos a hacer?’.
“Comenzamos denunciando a través de unos pizarrones que se ponían en los supermercados, donde podías poner noticias de la comunidad, y lo acompañamos de un letrero que decía ‘¡Aquí vives!, ¿Te gusta?, ¿Te gustaría hacer algo? Llámanos’. Así se juntó un grupo local de voluntarios con el que empezamos limpiando terrenos, reforestando y poniendo un centro de acopio de basura en Tecamachalco”.
Un centro educativo de ecotecnologías
“México pierde 400,000 hectáreas de bosques cada año, las tierras están erosionadas, la desertificación avanza y con ello la pobreza, porque cada vez es más difícil producir alimentos y tener una vida sustentable”, explicó Barney.
Por ello era indispensable trabajar desde las comunidades. “Detectamos los niveles de pobreza y las necesidades sentidas, como la alfabetización, educación ambiental y la falta de agua, un absurdo en una comunidad que vive en una zona boscosa captadora de agua donde llueve más de 1,000 milímetros al año”, dijo.
“De esta manera entendimos que las ecotecnologías serían herramientas útiles para la zona, pero que no sería fácil porque la gente no aceptaba estas ideas de inmediato y sin verlas. Requeríamos de un proceso más largo, primero con educación, sensibilización y acercamiento a estas técnicas”, de ahí que en 1992 surge el Centro Educativo para el Desarrollo Rural en Huixquilucan, Edomex, y en el 2001 el instituto Tonantzin Tlalli en Ejutla Oaxaca, los cuales se sostienen de donativos y concursos anuales que otorguen fondos, además de eventos como conciertos o subastas.
“La razón del centro es que tú veas que hay soluciones funcionando y que son reales. Y aunque nosotros no hemos inventado ninguna sola ecotecnia, sí hemos sido los mayores promotores de la ecotecnología en México; aproximadamente 90% de las organizaciones que hoy manejan estas técnicas han aprendido aquí y apenas la UNAM sacó el primer libro sobre ecotecnología en México, en el cual también participamos”, comentó la entrevistada.
Este centro llega a todos los sectores de la sociedad con cursos, talleres y capacitaciones. Acuden desde escuelas, funcionarios y empresas, aparte de los campesinos y comunitarios.
Satisfacen necesidades básicas… sin apoyo
A pesar de franquear grandes obstáculos, ya que han pasado por levantamientos y manifestaciones de gente que no está de acuerdo con estos proyectos, la comunidad donde se comenzó a trabajar ya se ha visto beneficiada con algunas técnicas aprendidas y son autosustentables, además de que este modelo se ha podido replicar en México, aunque no en la cantidad que se quisiera.
“Si hubiera una alianza entre empresas, gobierno y sociedad civil organizada, podríamos realmente abarcar a gran parte de la población, pero parece que al gobierno no le conviene un pueblo autosustentable y prefieren programas como Sin Hambre, donde sólo se dota por un tiempo de recursos alimentarios, sin enseñar cómo hacer sus propios comestibles”, dijo Barney Almeida.
Aseguró que con seis ecotecnias se mejora notablemente la calidad de vida de una familia: “Es un modelo que satisface las necesidades básicas, además capacitas, compartes conocimientos, generas participación de la comunidad y ahorros de hasta 50% en materiales igual de eficientes en vivienda y captación de agua”.
Actualmente se manejan más de 30 técnicas y éstas abarcan alimentos, con cultivos biointensivos, agricultura orgánica rural y urbana, organoponia, manejo de especies menores, procesamiento y conservación de alimentos, transformación de residuos orgánicos, composta y lombricomposta; agua con el manejo integral de aguas pluviales, su captación, almacenamiento, tratamiento y uso doméstico, además de sanitarios secos; energía solar pasiva (deshidratadores, calentadores de agua, estufa y horno), energía solar fotovoltaica, bicicleta generadora de energía, estufas de leña y biodigestor. En vivienda se utilizan técnicas de bioconstrucción (tierra compactada, construcción con paja, cob, bajareque, ferrocemento, superadobe, entre otros), además de pintura e impermeabilizante a base de baba de nopal y pintura con tierra.
Fuente: El Economista