El cáncer que invade al ecosistema emprendedor mexicano: El Tecnológico de Monterrey es una institución mexicana que disfruta de un amplio prestigio por su calidad académica y por el hecho de que en su ADN tiene tatuado el compromiso por imprimir entre su comunidad la veta emprendedora.
El Tec citó a un pequeño grupo de comunicadores para escuchar los puntos de vista de especialistas nacionales y extranjeros alrededor de un tema que será cada vez más relevante: el emprendimiento social.
El cáncer que invade al ecosistema emprendedor mexicano
Proyectos que impactan problemas sociales y que resultan en su interior tanto sostenibles como sustentables. No es ejercicio de caridad, pero tampoco dependen de que gobiernos ejerzan en ellos partidas presupuestales.
Se combina el corazón, el compromiso para revertir de manera estructural problemas sociales pero también garantizar que en el modelo de negocio elegido se encuentren los elementos para que el proyecto genere los recursos necesarios para mantenerlo con vida.
Lamentablemente se reconoce, lo hacen los nacionales y extranjeros, que entre proyectos de esta naturaleza, mundiales y nacionales, existe una descoordinación que limita su capacidad de vincularse entre sí o de ser replicados en otros territorios del mundo.
Y ese es un cáncer que invade al ecosistema emprendedor mexicano. Hemos insistido de manera constante que muchos de los problemas nacionales que venimos arrastrando pudieran encontrar soluciones parciales o radicales en proyectos innovadores de los emprendedores mexicanos. Pero nadie se comunica entre sí porque no hay hilos de vinculación que lo permita.
Un emprendedor mexicano encuentra solución parcial o total a un problema en, digamos como ejemplo, Tijuana. Si ni en todo Baja California se tiene conocimiento de lo que se hace o hizo en Tijuana, menos lo sabrán en Chiapas, Oaxaca, Yucatán o el estado de Quintana Roo.
No lo sabe el Tec, no lo saben los emprendedores sociales, no lo sabe el mismísimo Inadem si no lo ha apoyado en su gestación. Lo desconocen quienes trabajan en la materia en otras partes de México o el mundo porque no existe un esfuerzo de comunicación o de vinculación entre emprendedores o empresarios o gobiernos que pudieran estar interesados en la materia.
No lo saben otros emprendedores que pudieran estar trabajando en el mismo renglón o que pudieran tener una fracción de soluciones que pudieran potenciar lo que se hace en otros proyectos o en otras partes del país.
Tere González García, emprendedora social reconocida por la ONU, Jairo Ruiz Nava, director de del programa de Emprendimiento Social Innovador a nivel nacional dentro del Tec MTY y David Borstein, periodista de The New York Times y especialista en el tema de emprendimiento social lo reconocen y señalan: no hay quien tenga una suerte de censo en el que se describa quiénes trabajan en qué proyectos y con qué resultados.
Esto, por supuesto, también se reproduce entre emprendedores que han sido apoyados o no por recursos públicos Federales, Estatales o Municipales.
No lo saben los gobiernos pero tampoco otros emprendedores, no lo sabe la sociedad civil susceptible de aprovechar las experiencias obtenidas en otras partes del país o del mundo en materia de emprendimiento social. No lo conocen las ONG que trabajan en la República Mexicana.
Lo que sucede es equivalente a tener músicos hábiles, talentosos, diestros en el manejo de sus respectivos instrumentos, tocando en distintas partes del país, en distintos horarios, distintas melodías en tonos diferentes. Un país con tantas necesidades sociales no puede darse más el lujo de tener tanto esfuerzo personal y eventualmente tanto recurso público desvinculado.
Para dimensionar el tamaño de la desvinculación entre estas iniciativas emprendedoras y su marco de funcionamiento cotidiano basta informarle a usted que quienes ejercen esta variante de emprendimiento señalan que en México ni siquiera cuentan con un marco legal que les reconozca. No son ONG y no cuentan con un registro legal que comprenda su forma cotidiana de funcionamiento.
Si queremos facilitar su desarrollo al menos debiéramos articular el marco legal que les permita funcionar. Debiera el Inadem dar una respuesta a esto. Solicitar que los propios emprendedores sociales y a la academia hagan una sugerencia en cuanto al marco legal que pudiera ser un primer paso hacia su reconocimiento. Revisar qué se ha hecho en otras partes del mundo y tomarlos como parámetro de referencia y avanzar hacia su implementación en México.
Ese es un primer escalón. Otro debiera ser, importantísimo, elaborar un censo de los proyectos de emprendimiento social que existen en el país, su razón de ser, su alcance, sus resultados. Muchas son las alternativas para avanzar en este renglón pero a este columnista le parece que el Tecnológico de Monterrey tiene la talla moral, la vocación y la infraestructura necesarias para responder con éxito al reto. Seguramente el Inadem, organismo con el que tienen una relación estrecha y de confianza, estaría dispuesto a articular acciones conjuntas para el cometido.
Lamentablemente la complejidad de las necesidades de vinculación que tiene el emprendimiento social no es privativa de su contexto. La desvinculación que muestra esta variante de emprendimiento es la constante entre el emprendimiento convencional.
En decenas o centenares de proyectos emprendedores apoyados por recursos públicos no existe el hilo conductor de la vinculación y tampoco un esfuerzo de comunicación que permita que la sociedad o las instituciones públicas o privadas conozcan qué hace quien con qué propósitos o resultados. No es fácil pensar en un ecosistema emprendedor sano sin que haya información pública suficiente para que eso sea una constante que fortalezca a nuestro ecosistema de emprendimiento.
¿Lo cree usted?
Fuente: El Financiero – Eduardo Torreblanca