La necesidad de sobrevivir empuja a organizaciones civiles a buscar alternativas para continuar su labor, una de ellas son los esquemas de negocios, una tendencia que ha tomado fuerza en el mundo.
De hecho, México tiene casos de asociaciones que se convirtieron con éxito en empresas sociales, lo que les ayudó a expandirse, pero éste no es un camino para todas las organizaciones, aseguran expertos, forzarlo pondría en riesgo su misión.
“Hay problemáticas sociales que no se van a resolver con un modelo de negocios. Diferimos de esta ola que ha habido que quiere que todos los emprendimientos sociales se hagan con este concepto”, sostiene María José Cespedes Pesqueira, directora del programa de Venture de Ashoka México y Centroamérica.
Unos de los riesgos es que las organizaciones pierdan de vista su objetivo de impacto social, en pos de las utilidades. La directiva de Ashoka señala que del sector de inversión de impacto están saliendo personas interesadas en apoyar proyectos sociales, pero buscando un retorno rápido a su inversión.
México tiene más de 21,000 organizaciones de la sociedad civil (OSC), 85% de las cuales se sostiene de donativos y apenas una minoría considera generar ingresos propios. Una de ellas es Alter Terra, una asociación civil que ayuda a proteger y restaurar el medio ambiente en comunidades vulnerables mediante el uso de desechos. El resultado es la transformación del panorama urbano, generación de empleos y cambios de hábitos. Su fundador Óscar Romo dijo en un evento de Ashoka que su reto es pasar de organización sin fines de lucro a empresa social.
Las OSC sin fines de lucro se enfrentan al reto de diversificar sus fuentes de ingresos. Para muchos, la solución podría ser migrar hacia una empresa social que les ayude a sobrevivir. Compartamos Banco es un ejemplo de esa posibilidad. Como organización no gubernamental no tenía acceso a crédito, por lo que adoptó la figura de Sociedad Financiera de Objeto Limitado, con lo que pasó de 15,000 clientes a 10 millones en un lapso de 20 años.
De acuerdo con cifras oficiales, 16.3% de las organizaciones sociales están inactivas, las razones podrían ser la falta de recursos, dificultades organizaciones; agotamiento de las causas que les dio origen, o se unieron o trasformaron en otra asociación.
Por otro lado, datos de la Foundation Center señalan que en 2003 México figuraba en el sitio siete entre los receptores de más donativos en el mundo, diez años después cayó al sitio 10. Además, la encuesta sobre Filantropía y Sociedad Civil (ENAFI), arrojó la gente en 2013 la gente estaba más dispuesta a apoyar (34%), que en 2008 (12%), pero preferían hacerlo directamente con la gente necesitada (82%), que a través de las OSC (10%), debido a la desconfianza en éstas (69 por ciento).
NO ES PARA TODAS
El Monitor Global de la Actividad Emprendedora (GEM) diferencia entre las organizaciones sin ánimo de lucro y las empresas sociales. De éstas últimas hay tres tipos: sin fines de lucro, híbridas y con ánimo de lucro. En la primera el objetivo social o ambiental es lo más importante; en la segunda también, pero cuenta con una actividad de generación de ingresos complementaria a la misión; en la tercera el objetivo social o ambiental no es único, y existe una estrategia clara de generación de ingresos.
Empresas como Transfo asesoran a las OSC para migrar a empresas sociales, cuyos fundadores suelen no tener conocimientos sobre negocios, como resalta Óscar Romo, quien expone que las limitantes para hacer ese cambio son las habilidades técnico administrativas, los aspectos legales y la competitividad, entre otros.
Zaraí Salvador, cofundadora de Transfo, advierte que no todas las organizaciones sociales cuentan con las características para migrar de un modelo sin fines de lucro a uno con fines de lucro, debido a su naturaleza asistencialista o filantrópica que implican un contacto humano con el beneficiario, aunque no por ello es imposible.
Laura Alvarado Castellanos, directora general de la Fundación Pro Niños de la Calle, advierte que antes de pensar en esquemas de negocios se debe replantear el papel de las OSC. Considera que al tomar en sus manos una tarea que corresponde al Estado debería ser obligación de éste buscar el sustento para dichas organizaciones.
Pro Niños tiene más de 20 años trabajando con niños y adolescentes en situación de calle y con familias que viven esta situación. La institución recibe fondos recurrentes de empresas privadas y personas físicas, con lo que financia 43% de su operación, el resto lo hace a través de la aplicación de proyectos sociales ante financiadoras nacionales e internacionales.
Alvarado Castellanos afirma que no tienen presión en la procuración de fondos, pero reconoce las dificultades que tiene institución para crecer y mejorar el salario del personal altamente calificado.
“Las financiadoras pagan prácticamente cualquier cosa, menos salarios y eso hace muy difícil la remuneración apropiada, lo cual es un reflejo de la valoración social a las OSC”.
LA OTRA ALTERNATIVA
Lo cierto es que las organizaciones civiles se enfrenan a la falta de fondos. “No importa que tan eficiente sea en su labor, aunque sean muy buenas necesitan pedir donativos para replicar sus modelos y es ahí donde están sus limitaciones”, reconoce Zaraí Salvador.
Pero no por ello, subraya, las organizaciones asistencialistas como las de apoyo a niños con cáncer, de la tercera edad, o las que se activan tras una emergencia, deben renunciar a obtener recursos usando otras estrategias, como la venta de algún producto o servicio.
María José Cespedes afirma que las OSC pueden aprovechar su conocimiento sobre la problemática social para dar capacitación, hacer análisis, reportes o manuales. “Hay un menú de servicios o productos que pueden ofrecer que pueden tener un interés real de pago”, sostiene.
Daniel Romano, presidente y socio director de la Fundación Colegio de Profesionales, que opera con un modelo híbrido al obtener recursos a través de donación y de servicios como la consultoría y la capacitación, recomienza a las OSC profesionalizarse para sobrevivir.
“A la mayoría de las asociaciones les falta estructura y profesionalización hasta para hacer presentaciones, las donaciones incluso se pierden por falta de una imagen corporativa. El donante quiere saber si la problemática es real y que a veces las fundaciones perdemos esa visión, en lugar de dar estructura a esa problemática buscamos una solución a corto plazo”, afirma.
angelica.pineda@eleconomista.mx
Angélica Pineda/ El Empresario
Fuente: El Imparcial