Cada vez que conozco buenas prácticas laborales me siento más lejos de aquel 1887 en que fueron ahorcados los cuatro obreros sindicalistas conocidos como los Mártires de Chicago, cuya principal demanda laboral era la disminución de la jornada de trabajo de 12 o 16 a 8 horas diarias.
Y quienes sirvieron de inspiración para que hoy se celebre el Día Internacional del Trabajo el 1 de mayo de cada año.
Es lamentable que estos trágicos sucesos de la historia hayan existido, pero hoy por fortuna son cada vez más las empresas y organizaciones que entienden que el tener buenas condiciones y prácticas laborales redunda en buenos resultados operativos, productividad, rentabilidad y armonía organizacional.
El hecho de que hoy hablemos de igualdad de oportunidades para mujeres y hombres, exigencia en la utilización de equipo de protección personal, no empleo infantil, horario flexible, paternidad y maternidad responsable, salas de lactancia, prevención del acoso, entre otras buenas prácticas laborales, trae detrás una historia amarga pero también la generación de conciencia de que el capital humano –más allá de retórica- es lo más preciado en las organizaciones.
El ser socialmente responsable es un debate avanzado que hoy está en diferentes niveles de conocimiento.
De ubicarse hace algunos años meramente como actos filantrópicos, hoy se encuentra en la gestión integral de asumir la responsabilidad de nuestros impactos y conocer y atender las expectativas de los grupos de interés. Para ello además contamos con instrumentos y herramientas que nos permiten tener una gestión estandarizada en la materia, tal es el caso de la Norma ISO26000, los principios del Pacto Mundial y los indicadores del Distintivo Empresa Socialmente Responsable (ESR), sólo por mencionar algunos de ellos.
Sin embargo, y a pesar de que la responsabilidad social ataña a una gestión integral, es necesario jerarquizar los diferentes aspectos o materias en las que se debe ir actuando para empezar por el principio con absoluta congruencia. Es decir, ser socialmente responsable implica –primeramente- revisar y diagnosticar las condiciones laborales del personal para intentar tener espacios de trabajo que conlleven desarrollo, crecimiento, armonía, seguridad y estabilidad.
¿De qué nos serviría tener una extraordinaria relación con sectores externos si nuestro personal sufre accidentes por falta de equipo de protección personal? ¿De qué nos serviría atraer inversión si el estándar de ética y anticorrupción de nuestra organización es tan laxo que sufrimos fraudes y robo hormiga en nuestros almacenes? ¿De qué nos sirve estar bien afuera si estamos mal adentro?
Por lo tanto yo recomiendo que, sólo después de trabajar la responsabilidad social introspectivamente se emprendan acciones hacia afuera ya que eso es actuar con congruencia. El buen juez por su casa empieza y todo aquel que empiece al revés podría estar condenado a realizar esfuerzos dobles o recorrer el camino más de una vez.
Eloy Rodríguez – Director ejecutivo de Promotora ACCSE, consultoría líder en responsabilidad social y desarrollo sustentable.
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Fuente: Mundo Ejecutivo