Está demostrado que una gestión socialmente responsable deriva en múltiples beneficios para las empresas que la implementan. Hacia el interior, contribuye a mejorar el clima laboral y, por ende, a incrementar la productividad; también genera ahorros significativos en los consumos de energía y otros recursos.
Hacia el exterior, fortalece la lealtad con los clientes al mejorar la reputación empresarial y genera relaciones más sanas con la comunidad y los vecinos.
Esos beneficios son un gran incentivo y motivador —sobre todo para socios, accionistas y directivos— que hace a las empresas gestionarse de forma responsable.
Sin embargo, estos beneficios se presentan cuando una empresa u organización es realmente socialmente responsable. Aunque eso puede parecer obvio, sigue habiendo organizaciones que buscan obtener un distintivo, pero no están dispuestas a cambiar su modelo de gestión a uno alineado con principios y valores que promueven la responsabilidad social. Como cualquier distintivo y reconocimiento, aquellos que buscan reconocer los esfuerzos de responsabilidad social empresarial (RSE) se dan solamente como resultado de un trabajo hecho, no viceversa.
Víctor Güedez, catedrático y escritor venezolano especialista en responsabilidad empresarial, dice: La RSE es un avión que, como cualquiera, tiene dos alas y si no se logra el balance entre ellas se cae; esas dos alas son SER y PARECER socialmente responsable. Para que ese “avión” despegue, sin embargo, primero hay que ser socialmente responsable.
Ser socialmente responsable es gestionarse realmente de una forma ética, siguiendo los principios y valores universales promovidos por la RSE. Parecer socialmente responsable es tener una imagen ante sus grupos de interés de ser efectivamente socialmente responsable, esto hace alusión al manejo de las percepciones de los diferentes grupos de interés.
¿Por qué primero hay que ser socialmente responsable y luego parecerlo?
Por dos razones. Primero, porque los beneficios de la RSE, los cuales son deseados legítimamente por cualquier empresa u organización, son un resultado de una gestión socialmente responsable y no ocurren con sólo obtener un distintivo o una campaña de comunicación que abone al cambio de percepción.
Segundo, porque si uno se hace parecer socialmente responsable pero realmente no lo es, el avión de la responsabilidad social va caer y puede generar crisis importantes de credibilidad, y no sólo hacia la empresa sino hacia todas aquellas que con esfuerzos están trabajando por tener una gestión más sustentable. Aquí aplica el principio de: Si uno pierde, pierden todos.
En la práctica cotidiana y mientras la RSE gana terreno en todos los sectores y niveles empresariales en México, es importante no olvidar de dónde surge ésta: de la ética empresarial.
Los empresarios, directivos, promotores y consultores en temas de RSE debemos recordar que antes de los beneficios que este modelo de gestión genera, está una decisión voluntaria que surge indispensablemente de un razonamiento profundo y ético a través del cual el tomador de decisiones reconoce su responsabilidad de actuar de manera justa, en una sociedad que le permite nacer, desarrollarse y crecer como empresa.
Fuente: Mundo Ejecutivo
*Directora de ACCSE Occidente, agencia de consultoría en responsabilidad social y desarrollo sustentable.
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