El cumplimiento de una cultura ética al interior de las organizaciones no sólo es capacitar conforme a lo que dicta la ley, sino saber cómo afecta esto a la organización.
Hoy en día, son comunes los comentarios sobre un contraste social al interior de las organizaciones, enfocado a dos vertientes. Primero, en franca referencia a la pérdida de valores durante la práctica de las actividades profesionales y, en sentido opuesto, el imperioso deseo y ejecución de realizar negocios con un enfoque ético vivencial.
Esta percepción dentro del ámbito organizacional y debido a su trascendencia económica, financiera y social, ha llevado al Comité Técnico Nacional de Ética y Responsabilidad Social del IMEF a profundizar en el tema, ya que diversos estudios de mercado indican que los consumidores (que representan al menos un 66% de la población), optan por pagar más por bienes y servicios de compañías que demuestran su compromiso ético con la sociedad y el medio ambiente.
Dicho comportamiento se centraliza principalmente en los millennials, jóvenes entre 18 y 35 años de edad, identificados como la población económicamente activa y por ende, potenciales consumidores del presente y futuro inmediato.
Los millennials se caracterizan por ser autosuficientes y autónomos, enfocados a valores como el compromiso social, la sostenibilidad y la transparencia, los cuales buscan sean compartidos por sus marcas preferidas, característica adicional a lo que puedan palpar en los empaques y productos.
La decisión de compra de los millennials es influenciada por la congruencia entre lo que dice, lo que hace, lo que produce y lo que vende la marca, generándose la idea de una empresa confiable en la que están dispuestos a pagar por adquirir sus productos y/o servicios.
Sin embargo, ¿cuáles serán las principales barreras de las compañías para entenderlo? La respuesta más próxima a la realidad es la “capacitación”, ya que la inclusión de un programa de Cumplimiento o Compliance, implica una transformación del negocio cien por ciento positiva, al complementarse con entrenamientos que incluyan la aplicación de la ética.
En la actualidad, la creación de una cultura ética y de respeto al interior de las empresas es una prioridad que va más allá del cumplimiento legal y regulatorio. No obstante, aún existen barreras que limitan la generación de dicha conciencia como son el tiempo y los recursos que destinan las organizaciones a la materia.
El cumplimiento de una cultura ética al interior de las organizaciones no sólo es capacitar conforme a lo que dicta la ley, sino saber cómo afecta esto a la organización; cómo pueden prevenirse eventos legales negativos e implica entrenar a directivos, terceras partes y stakeholders, para que actúen mediante un fundamento racional de los sentimientos.
Lo anterior es una exigencia para los sectores empresarial, social y gubernamental. Se requieren acciones éticas totales, ya que no se puede ser medio íntegro o medio honesto, o comportarse éticamente bajo las circunstancias. La ética es permanente, en tiempo presente y futuro. Si se refleja en cada una de nuestras acciones, es recompensada con la confianza y el bienestar común.
Bajo este contexto, que muestra una nueva concepción de los negocios, el IMEF considera necesario actualizar constantemente la percepción del entorno organizacional, lo cual permitirá identificar cambios generacionales de visión y mentalidad, como en este caso los millennials, todo ello con el espíritu de generar e impulsar iniciativas que se sumen al cumplimiento ético de los individuos y de las empresas, lo cual es prioridad.
Por Enrique Ortiz, Denisse Jiménez y Hugo I. González, Vicepresidente e integrantes del Comité Técnico Nacional de Ética y Responsabilidad Social del IMEF para El Financiero