El momento decisivo para acelerar la transición energética:
- El primer paso es sustituir cuanto antes plantas de carbón y gas por renovables de bajo costo, como solar, eólica, y geotermia, apoyadas por almacenamiento de baterías y gestión inteligente de la demanda.
El momento decisivo para acelerar la transición energética
La ventana de oportunidad para evitar un colapso ambiental se estrecha cada día. La ciencia es inequívoca: si no reducimos drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero antes de 2030, nos arriesgamos a desencadenar puntos de no retorno climáticos con consecuencias humanas y económicas catastróficas. Para generar el mayor impacto en el menor tiempo posible, debemos enfocar los esfuerzos en tres palancas clave: la descarbonización del sector eléctrico, la eficiencia energética masiva y la movilización de capitales a gran escala.
El primer paso es sustituir cuanto antes plantas de carbón y gas por renovables de bajo costo, como solar, eólica, y geotermia, apoyadas por almacenamiento de baterías y gestión inteligente de la demanda. Gobiernos y empresas deben acelerar permisos, simplificar trámites y promover las subastas verdes, garantizando un crecimiento exponencial de capacidad limpia antes de 2030. Si así lo hacemos, reduciremos de inmediato alrededor del 40 por ciento de las emisiones globales de CO₂ vinculadas a la electricidad.
Cada kilovatio hora ahorrado cuenta. Invertir en edificios de consumo casi nulo, en electrificación de procesos industriales y en flotas de transporte limpias, ya sea eléctricas o de hidrógeno, puede recortar hasta un 30 por ciento adicional de emisiones en la próxima década. Incentivos fiscales, estándares mínimos y programas de formación técnica acelerarán estas mejoras, creando además empleo local y competitividad.
Inversión y financiamiento
El capital privado y los sistemas financieros globales deben reorientarse, para retirar gradualmente fondos de proyectos fósiles y redirigirlos a infraestructuras verdes. Mecanismos como los bonos de impacto climático, los créditos de carbono de alta integridad y la reformulación de las reglas bancarias, tal como propone el Glasgow Financial Alliance for Net Zero, pueden movilizar billones de dólares. Este gran cambio de cartera es tan urgente como complejo, y requiere coordinación internacional.
El papa Francisco, cuya encíclica Laudato Si (2015) es un referente moral y práctico, sigue después de su partida recordándonos el deber ético del cuidado de la creación. El paquete de incentivos del Inflation Reduction Act en EE. UU. (2019) demostró cómo las políticas públicas pueden catapultar la inversión limpia. Ahora, bajo la administración Trump, el riesgo de retrocesos favoreciendo a combustibles fósiles es patente; la vigilancia ciudadana y legislativa será crucial para que no se detengan estos avances.
En contraste, China, responsable de cerca del 30 por ciento de las emisiones globales, ha reiterado su ambición de alcanzar la neutralidad de carbono antes de 2060, lo que podría convertirse en el motor más potente de reducción real de emisiones si traduce sus compromisos en acciones concretas. En Canadá, la llegada de Mark Carney al liderazgo político trae la promesa de reforzar las finanzas verdes, aunque deberá afrontar un nivel de emisiones per cápita muy elevado y revisar la dependencia de los hidrocarburos.
Sociedad, política y finanzas
México, con su mezcla de riqueza petrolera y el potencial renovable, tiene un doble reto: hacer compatible el crecimiento económico con metas de descarbonización. Para ello, debe modernizar su red eléctrica, abrir más espacio a inversiones privadas en renovables, acelerar la adopción de vehículos eléctricos y empoderar a estados y municipios para diseñar sus propias políticas climáticas. Además, la diplomacia energética con EE. UU. y Canadá será imprescindible para asegurar cadenas de suministro resilientes y acceso a financiamiento.
La gran apuesta es clara, unir presión social, voluntad política y músculo financiero para propulsar renovables, eficiencia y finanzas verdes a una escala sin precedentes. Cada medida cuenta, pero es la suma global, inmediata y coordinada la que definirá si cruzamos el umbral hacia un planeta habitable o si, por olvido e inacción, condenamos a generaciones futuras a pagar un precio incalculable.