A muchos enamorados de la responsabilidad social empresarial (RSE) todavía les cuesta trabajo aceptar que ésta es un buen negocio. Cuando se les pregunta qué tan rentables son las acciones de responsabilidad social, ellos se apresuran a sacudirle cualquier cariz económico.
Hasta parece que hablar de dinero no está permitido en presencia de la RSE. Como si su fin último pudiera pervertirse. Idealizan la RSE, y ese ideal –como cualquier otro– está muy lejos de cosas tan materiales como el dinero.
Y para justificar su amorío con la RSE idealizada, recurren a discursos plagados de romanticismo: “lo hacemos por una buena causa”, “buscamos regresarle a la sociedad algo de lo mucho que nos ha dado”, “no pensamos en ganar, sino en ayudar”.
Como si no se pudiera ganar y ayudar al mismo tiempo; como si hacer dinero fuera una causa que no cabe dentro de las “buenas”.
Con todo, pudiera pensarse que ese “romanticismo” es propio de empresas recién encandiladas con la RSE y que es sólo cuestión de tiempo para que trasciendan a etapas más sólidas de entendimiento.
Por desgracia esto no es así. Aquí un ejemplo: el promocional que Nacional Monte de Piedad difunde, tanto en medios masivos como en su página de internet, con motivo de los 240 años que cumple este mes.
El mensaje destacado del comercial es que ayudan a la gente: por un lado, con las tasas de interés más bajas en el mercado de empeños y, por el otro, apoyando a fundaciones y organizaciones con el dinero de los empeños.
En cierto momento, se ve un hombre en un escritorio con papeles y haciendo cuentas: “pero esto no es negocio”, dice. “Por supuesto que no”, responde la voz en off y continúa explicando que la razón de ser de Monte de Piedad es “ayudar”.
Una vez más la idea es: No se puede ayudar a la gente y hacer negocio al mismo tiempo. Ambos fines no se entienden juntos y viven divorciados.
¿Por qué no aceptan que ayudar a la gente y obtener ganancias pueden ir de la mano? ¿Por qué no juntan “causas sociales” y “dinero” en la misma frase? ¿Por qué les da miedo decir que la RSE es un buen negocio?
Si bien el discurso romántico tiene su encanto (cualquiera quien se haya enamorado lo sabe), hay que preguntarnos qué tanto ayuda mantener idealizada a la RSE y sumergida en ese discurso, por tiempo indefinido.
Sea que esos románticos de la RSE realmente se crean sus palabras o bien que sólo estén “tirando verbo”, lo cierto es que continúan predicando esa fase de enamoramiento inicial.
Al discurso romántico (también es bien sabido) debe seguirle una fase más profunda de comunicación y entendimiento. No se trata tampoco de olvidarnos para siempre de las frases hechas, para todo hay su momento, pero tampoco debemos mantenerlas en el centro del mensaje o como la idea principal que define a la RSE.
Alejandra Aguilar – Coordinadora editorial de Promotora ACCSE, consultoría líder en responsabilidad social y desarrollo sustentable.
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Fuente: Mundo Ejecutivo