Hasta hace unos años, el consumo responsable era casi ignorado por las empresas, incluso por las socialmente responsables.
Fue la intensa popularidad que adquirió la filosofía de valor compartido -propuesta por el gurú de la estrategia Michael Porter junto con su colega Mark Kramer- lo que evidenció el impacto positivo que pueden generar las empresas en las comunidades, al tiempo que obtienen múltiples beneficios para el negocio, a través de esquemas de compra a pequeños productores.
Esta tendencia mundial, liderada por grandes multinacionales como Nestlé y Unilever, hace que nos preguntemos: ¿Cómo puede una empresa mexicana -pequeña, mediana o grande- crear valor compartido con sus prácticas de consumo?
Existen tres pequeños cambios de paradigma que pueden realizar las empresas.
El primero es consumir lo local
Debemos dejar de asumir que los productos mexicanos son de mala calidad o que los extranjeros tienen por default mayores estándares de calidad. Las empresas deben analizar sus procesos de compra para consumir productos mexicanos y, más aún, productos de negocios ubicados en la comunidad más cercana a la empresa.
Esto no sólo beneficia al desarrollo económico local, sino que representa grandes ventajas a la empresa compradora. Los productos locales, sobre todo en el sector alimentos, tienen menos conservadores pues recorren menor distancia para llegar al consumidor final y reducen los tiempos de entrega, mejorando la capacidad de control de la cadena de suministro.
El segundo cambio es abrir las puertas a productos y servicios ofertados por los pequeños productores, especialmente aquellos que vivan en comunidades excluidas o sean parte de grupos vulnerables.
Esto puede parecer complicado, pues implica un proceso de búsqueda más intensivo, dada la poca visibilidad de los pequeños productores; otro gran reto es la capacidad de producción que ellos tengan. Los colectivos o cooperativas de pequeños productores pueden ser una forma efectiva para las empresas que desean abrir espacios de compra a pequeños productores.
Si bien una empresa no puede comprar 100% de sus insumos a pequeños productores, debe identificar dentro de su presupuesto anual, los aspectos donde podría incluir productos y servicios ofertados por una comunidad o grupo vulnerable que le aportaran mayor calidad y servicio a un mejor precio. Estos rubros suelen ser alimentos y regalos corporativos, por ejemplo los regalos de fin de año para clientes y colaboradores.
El tercer pequeño cambio es difundir la responsabilidad social entre los proveedores.
Para ello no se requiere demasiado presupuesto, basta iniciar con un análisis de las prácticas de gestión de los proveedores e incluirlo como un criterio de decisión de compra, además del precio, calidad y servicio. La empresa también debe comunicar sus prácticas de responsabilidad social entre sus proveedores y ser coherente con esa filosofía, pues el ejemplo resulta lo más efectivo para atraer a los proveedores a una gestión más responsable.
El consumo responsable por parte de las empresas no sólo les permite acceder a productos de mayor calidad y menor precio, sino que mejora los procesos de gestión de la cadena de suministro, reduce costos y aumenta la rentabilidad del negocio; además, tiene un impacto positivo en la comunidad local y en la economía nacional.
Por eso, el consumo responsable por parte de las empresas es un esfuerzo pequeño que tienen grandes impactos para construir un México mejor.
*Directora de ACCSE Occidente, agencia de consultoría en responsabilidad social y desarrollo sustentable.
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Fuente: Ideas RSE